Este nuevo iPad mini reemplaza un iPad de tercera generación (el primero que tenía una pantalla retina), así que en cuanto a definición en la pantalla no he notado mucho cambio. Tenemos la misma cantidad de pixeles que en el iPad original pero en una pantalla más pequeña, así que lo notaremos más que nada en imágenes con mucho detalle. Los que sí notarán un cambio radical serán los que pasen de un iPad mini original o un iPad 2 hacia este modelo, ya que en estos casos sí que la calidad de imagen mejora mucho.
La diferencia de peso es abismal: he pasado de sostener permanentemente un iPad de tercera generación con las dos manos a poder coger este iPad mini con una sola mano y no sufrir pesadez en ella a los pocos minutos. Aún así, hay que decir que el iPad mini con pantalla retina es ligerísimamente más pesado que el iPad mini original.
El rendimiento parece ligeramente mayor que el del iPhone 5 y bastante mayor que el iPad 3
En cuanto al rendimiento, iOS 7 se comporta muy bien con el procesador A7. No es un gran salto que nos da la sensación de que estamos usando una supercomputadora, pero si saltamos del procesador A5 el cambio se nota.
Insisto en que me falta usarlo unos días más para tener mis conclusiones, pero de momento tengo la sensación de que estoy ante un iPad capaz de convertirse en el dispositivo principal del usuario base. Por 389 euros tenemos un terminal extremadamente potente (más que algunos Mac mini del 2010), basado en un entorno de 64 bits y con el que podemos hacer cualquier actividad básica que muchos siguen haciendo con ordenadores.
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