De los 500 millones de dispositivos con iOS que se han vendido hasta diciembre, 300 millones ya se han actualizado a iOS 6 apenas cinco meses después de su lanzamiento. Eso son un 60% del total actualizados a la última versión que en realidad es más si tenemos en cuenta que algunos millones de esos 500 estarán ya fuera de servicio enterrados al fondo de algún cajón o, con suerte, reciclados.
Ni toda la prensa negativa que recibieron los mapas de Apple ha evitado que el lanzamiento de iOS 6 se convierta según palabras del propio Philip Schiller, vicepresidente de Marketing Mundial de Apple, en“el más exitoso de la historia de un sistema operativo”.
Ese 60% contrasta enormemente con el 9% de usuarios actualizados a Android 4.1 Jelly Bean según datos oficiales de Google, y más aún con el 47,6% de usuarios que siguen anclados en Gingerbread, la versión 2.3 del sistema operativo de Google lanzada en diciembre de 2010, veinticinco meses atrás.
Ahí es donde se encuentra uno de los múltiples atractivos del iPhone, el iPad y el iPod touch para los desarrolladores. No se trata solo de lidiar con menos variaciones de hardware, se trata de poder centrarte en aprovechar las últimas herramientas disponibles, la tecnología más actual, con la certeza de que abarcarás no solo a un reducido número de early adopters sino a dos tercios de toda la base de usuarios. Se trata de no tener que seguir desarrollando para Windows 95 mientras preparas una aplicación para Windows 8.
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